miércoles, 23 de julio de 2008

La lluvia

La lluvia cae y cae, desde la mañana a la noche. Empapa el suelo, nuestras ropas, las hojas de los árboles...todo. Pero no empapa nuestra alma que está impermeable a los avatares de la vida. A las dificultades, a los truenos y relámpagos...
No obstante, la lluvia nos deja algunas marcas, tal vez indelebles. Eso no es producto de la lluvia. Es achacable a la naturaleza humana, a la educación, al largo camino recorrido entre bosques y desiertos, entre cardos y flores. Lamentablemente no podemos quitarnos ese vestido, esas costras que nos acompañarán durante toda la vida. Debemos ver la vida sin esos condicionantes, ver la realidad tal como es. Pero eso es imposible.

La filosofía zen tiene esa meta: el ver la realidad tal como es, sin las apreciaciones personales deformadas por el color del cristal que hemos fabricado a lo largo de la vida.

Practiquemos zen para tratar de conseguir ese idílico objetivo.

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