jueves, 24 de julio de 2008

Pepe y sus tribulaciones

Pepe sudaba a mares, se revolvía en su silla. No sabía cómo había llegado hasta aquel hostal familiar, estaba un poco contrariado, pues el escándalo era impresionante.
Después de andar de pueblo en pueblo en busca de tranquilidad, había recalado en aquel poblado de montaña, a pesar de que había buscado denodadamente un pueblo costero, donde poder respirar con tranquilidad bajo la fresca brisa marina. Sería porque también le gustaba el campo, las montañas, la vegetación, el ambiente de los campesinos, la tasca del pueblo donde pasar buenos ratos charlando y jugando al mus con los lugareños
Al llegar al pueblo había tropezado con doña Clotilde que todo lo sabía y le había recomendado el hostal familiar de doña Concha.
Después de unos días de tranquilidad llegaron las hijas de doña Concha que habían estado de vacaciones en la costa, ya que allí vivía un tío materno.
La posadera tenía un pequeño hostal de cinco habitaciones, de las cuales sólo tenía alguilada dos, a él y a don Evaristo, caballero que era capataz de una gran obra que se estaba realizando en las afueras del pueblo. Casi ni se le escuchaba, puesto que salía a trabajar desde muy temprano y regresaba al hostal sólo para dormir. Sólamente los sábados y domingos desayunaba en el hostal.
Cuando llegaron las tres hijas de doña Concha se perdió la tranquilidad. La tele siempre a todo volumen, la música de regeton que parecía que iba a derribar las paredes.
Algunas veces las hijas de la posadera invitaban a sus amigas al hostal y se ponían a gritar y a saltar sobre las camas que parecía que hacían competición a ver quién gritaba más fuerte.
Los amigos de las chicas entraban y salían, ya se ponían a ver tele sobre la cama de los huéspedes comiendo palomitas de maíz y tomando coca cola, ya ocupando los computadores, la sala de estar, la cocina. Parecían los dueños del hostal.
Ya podían entrar por la mañana y salir por la noche, como quedarse a dormir en el hostal.
Doña Concha debía ser mujer de recursos porque allí se colgaba mucha gente, pero ella era feliz al ver lo contenta que estaba su prole.
Al fin, Pepe optó por irse a dar un paseo al monte, lugar tranquilo donde se encontraba la tasca de Patronio, lugar de reunión de los lugareños. Algunos de inteligencia natural sobresaliente, a pesar de no haber pisado nunca la Universidad; es más, alguno de ellos había abandonado la escuela primaria a temprana edad por haber tenido que ayudar a sus padres con su trabajo.
Al fin, Pepe volvió al hostal ya tarde, cuando sólo se escuchaban el croar de las ranas en el cercano estanque y el roncar de las niñas.

3 comentarios:

Makeka Barría dijo...

Este escrito es tuyo???... la verdad es que tienes mucho talento, me encantó lo que leí.
Gracias por tu visita.
Saludos.

Marysol Salval dijo...

Pobre Pepe...Jajaja, estupendo escrito, estimado Juan, lo he disfrutado mucho. no sé por qué pero me recordó a una familia que conozco...:)
Un abrazo

Juan Antonio dijo...

Gracias por tu visita, María Angélica. Es un honor el que hayas entrado a mi incipinte blog.
Así es, sí es mío este pequeño trabajo, todos los que no tengan nombre son de mi autoría.