martes, 3 de noviembre de 2009
Ladrón de dicha (Cuento zen)
Cuenta una antigua leyenda que un anciano sabio vivía en las afueras de una pequeña ciudad de provincia. El hombre era muy conocido no sólo por su sabiduría, sino también por su buena suerte.
En la misma ciudad vivía también un joven que, aunque fundamentalmente honesto, estaba constantemente en pos de la suerte, la fama y la riqueza. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos, la "diosa vendada" no quería sonreírle. El joven ya no sabía qué más hacer y estaba al borde de la depresión, cuando se le ocurrió ir a ver al sabio para pedirle cuál era el secreto de su éxito. En efecto, todo lo que precisaba, el sabio lo tenía. Y todo lo que emprendía le salía redondo. No le faltaba hogar, ni comida, ni ropa. La gente le amaba, respetaba y veneraba. No carecía de riqueza espiritual, pero tampoco de medios materiales.
Aquel día el joven se levantó muy pronto para evitar las colas interminables de personas que iban a pedirle consejo al anciano. Se vistió con sus mejores vestidos, se arregló y llegó a la morada del sabio. Llamó al portal. El sabio le abrió y, amablemente, le recibió en su casa. Una vez terminadas las presentaciones formales, el joven fue directamente al grano y dijo:
- La razón de mi visita es sencilla: querría saber tu secreto para vivir tan holgadamente. Verás, he notado que no te falta nada, mientras a mí me falta todo, y esto es a pesar de mis esfuerzos y buena voluntad. También he notado que mucha gente posee bienes materiales, pero son infelices. En cambio a ti no te falta tampoco la felicidad. Dime, ¿cuál es tu secreto?
El sabio le miró interesado y sonrió diciéndole:
- Mi respuesta también es sencilla: el secreto de mi buena suerte es que yo robo...
- ¡ Lo sabía ! -exclamó el joven- habría tenido que deducirlo yo mismo. ¡ Ese era el secreto !
- ¡ Espera ! Todavía no he acabado -dijo el anciano- pero el joven ya había salido corriendo exultante. El santo intentó darle alcance pero no pudo, por lo que regresó imperturbable y calmadamente a su casa.
Tras la visita al sabio, la vida del joven cambió radicalmente: empezó a robar aquí y allá, a revender las cosas sustraídas a los demás y a enriquecerse. Cometía toda clase de hurtos: robaba animales, cosas, dinero e incluso entraba a robar a casas. La fortuna parecía haber empezado a sonreírle, pero al cabo de un tiempo fue capturado por las autoridades. Fue procesado por numerosos delitos y condenado a cinco años de dura cárcel. Durante su estancia en la prisión tuvo tiempo de meditar y llegar a una conclusión. Según sus deducciones, el anciano se había befado de él, y más idiota había sido él mismo por seguir tan necio consejo. Se prometió que una vez salido de ahí, volvería a ver al anciano para darle su merecido.
Los años pasaron y el joven fue puesto en libertad tras pagar su deuda con la sociedad. Nada más recobrar su libertad, ni siquiera pasó por su casa, sino que se fue directamente a la residencia del sabio. Tras llamar impacientemente a la puerta, el sabio abrió.
- Ah, eres tú -le dijo-.
- Sí, soy yo y he venido para decirte lo inútil que eres, viejo tonto. ¿Sabías que gracias a tu consejo me he pasado los últimos cinco años de mi vida en la cárcel? Si todos los consejos que das son así, menudos imbéciles que tenemos que ser los que te escuchamos.
El anciano le prestaba atención con paciencia, y cuando la rabia del joven remitió, así le contestó:
- Comprendo tu rabia. Pero el artífice de tu desdicha eres tú y solamente tú, sobre todo por tu incapacidad de escuchar. Cuando viniste aquí hace cinco años, te dije la verdad, te dije mi método para asegurarme la dicha, solo que tú no quisiste oír más y entendiste lo que quisiste. Cuando te dije que yo robo, era verdad, solo que no robo a los humanos. Robo aire, luz, agua y energía. Robo "chi". Verás, robo al Tao porque el Tao es vacío y utilizándolo nunca rebosa, se vacía sin agotarse y su función no se agota nunca.
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Por: Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio
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14 comentarios:
Siempre aportas sabiduría y profundidad, además de belleza, con estas historias; ¡gracias por commpartirlas! Un abrazo
Me gustan mucho los cuentos Zen, porque siempre reflexiono con ellos, son profundos y positivos en cuanto a la interiorización de las personas, gracias, Juan.
Un beso.
Mi querido Juan Antonio: El hombre es un ser la mayoría de las veces absurdo porque no se da cuenta de la riqueza que tiene a su alcance.
El hombre rico espiritualmente puede enfrentarse a la vida con otra visión más serena quele hará comprender el por qué de las cosas.
ES un placer leerte Juan Antonio porque tú sí que nos enriqueces.
Mil besos y mil rosas.
Hermoso lo compartido.
Cuanta razón tienes que en la prisa las personas no logran llegar al centro del asunto, solo viven lo superficial.
Cariños
Qué linda historia, deja mucha enseñanza como todos tus posteos.
Gracias por compartirlo.
Besitos
Hola Juan Antonio, buenas tardes.
Precioso cuento y profunda la enseñanza.
Corremos tanto! queremos llegar tan rápido...
Gracias, muchas gracias por compartir.
Abrazos desde el alma
Maria
Enriqueces mi vida con cada una de tus historias,gracias querido amigo.
Un beso hasta pronto.
Una gran reflexión, querido amigo Juan que, te la agradezco profundamente.
Un abrazo y un beso, y gracias por esto tan bonito
Querido Juan:
En Constelaciones decimos que sólo puede tomar la Vida quien ha tomado a su madre...
Y también es quien puede agradecerlo todo: el aire, la belleza, la amistad...
Tomar la Vida a través de la madre, es bello...y tomar todo tal como es, con lo bueno y lo difícil.
Te dejo un fuerte abrazo!
Lidia
Y el anciano demostró así mucha sabiduría, y el pobre joven su necedad por no querer escuchar, o en todo caso ,escuchar lo que le convino!
Besitos,
Me gustan los cuentos Zen, aporta mucha riqueza a nuestro interior y da bastante paz, gracias por traerlo
Besos
para meditar y mirar dentro de dentro de uno mismo...
que lindas historias .....¡¡
un abrazooo
El arte de escuchar...y sí, sólo nosotros somos los responsables de lo que nos sucede, sin embargo que fácil nos resulta echar la culpa a terceros...
Un abrazo, Juan.
Un hermoso cuento que deja para pensar en la sabiduría de quienes nos lo enseña para que crezcamos.
Sólo nos queda a cogerla en nuestra mente y cerca de nuestro corazón.
Un escrito de una gran belleza, gracias por hacerlo llegar hasta nosotros.
Te dejo mi paz y alegría para que lo compartas con aquellos que no saben encontrarla...
Marí.
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