lunes, 21 de julio de 2008

Desde mi almohada

Cuando llega la noche mi mente se pasea por todos los hechos del día. Me acuerdo cuando abri los ojos temprano, cuando vi los primeros rayos de luz que se introducían por la ventana. Escuchaba tendido en la cama el suave viento que azotaba las ramas de los árboles del jardín, el chisporroteo de la estufa aún encendida que nos recuerda cuan endeble es la materia y cuan purificador es el fuego. El suave roncar de mi pareja, queriendo vivir otra vida de sueños y melancolías, sonríe a sus ilusiones y se acongoja de sus pesares. Los primeros ladridos de los perros que se saludan desde una cerca a la otra.
Al fin me decido a levantarme y a desperezarme. Aún medio somnoliento me dispongo a hacer el diario ejercicio de contemplación.
En la contemplación dejamos la mente v tranquila, sin querer pensar en algo determinado, disfrutando del aquí y el ahora. No hay nada de ayer, de ahora, ni de mañana, no hay proyectos, ni juicios sobre hecho, ni persona alguna. Cuando la mente se ocupa en algunos hechos o pensamientos diversos, vuelvo a la quietud concentrándome en la respiración. El aire entra y el aire sale, una y otra vez, adentro, afuera hasta que la mente vuelve a ponerse en funcionamiento y se demanda, teniendo que volver a controlarla cconcentrándome en la respiración.
Una vez terminada la sesión de contemplación me dirijo al jardín a hacer los ejercicios diarios de reiki que me permite estar ágil y concentrado aunando respiración, ejercicios físicos con una tranquilidad mental que nos invade de paz y tranquuilidad.
Luego viene una ducha reparadora, intercalando sesiones de agua caliente y de agua fría, del helado invierno chileno.
A continuación degusto un sabroso desayuno el cual prepara el cuerpo para el trabajo del día.
Salgo de la casa hacia la ciudad para lo cual tomo el mirobus que tiene la parada frente de casa. En dicho vehículo se pueden observar gentes de clase media y otras de humilde condición, pero todos de porte erguido y con distinción. La mayoría de los hombres lleva cubierta la cabeza con sombreros de huaso que les protege del intenso frío o del tórrido sol veraniego. Las señoras con gorritos de lana o pañuelos anudados debajo de su mentón. Sus rostros están curtidos por los fenómenos metereológicos de intensidad extrema en esta zona lacustre. Algunos niños acompañan a sus padres, probablemente vienen del Consultorio médico, pues van bien abrigados y sus padres les dedican una atención especial, llevan las mejillas coloradas y lucen sus caras demacradas y van cabizbajos.
Alguna personas se saludan y se preguntan que cómo se encuentran. Cada uno va contando sus cuitas. Una señora comenta que va a tomar el bus hacia Temuco porque va a visitar a su papá que se encuentra en el hospital. Está hospitalizado desde hace tres semanas. Otra que va a pagar el recibo del agua y de paso a reclamar porque considera que le están cobrando de más. Un señor mayor dormita tranquilamente, cubriendo su sombrero su cabeza y parte de su cara, pues tiene su barbilla descansando en su pecho.
Me bajo en la parada del centro, frente a la Municipalidad. Aquí termina mi viaje y empieza el recorrido a pie por la ciudad, es lo que me gusta: el contacto con la gente del pueblo.

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