jueves, 17 de julio de 2008

Preguntas existenciales


Entre montañas boscosas, cubiertas de árboles nativos chilenos, con un suave olor a flores y a plantas,
acompañado por miles de gusanos, pájaros y demás tipos de la rica fauna, me encontré en el fondo de una quebrada, por la cual fluía un estero.
Allí me encontré con Buda que me sonreía silenciosamente.
Me preguntó que quién era.
Yo me pregunté: ¿Quién soy? ¿Quién soy?- Me volví a preguntar.
Me quedé absorto en este pensamiento.
No sé si estaba sentado o de pie, o recostado en un árbol o en una roca.
¿Quién soy? Me pregunté de nuevo.
Mi mente quedó paralizada, no sabía cómo contestar a esa pregunta que al mismo tiempo era sencilla y difícil.
Yo sabía mi nombre, pero creo que Buda quería otra respuesta un poco más profunda.
Yo soy un hombre sencillo, que nunca se había planteado preguntas tan difíciles. ¿Difíciles? Era un hombre que estaba sentado en aquella quebrada a más de quinientos metros de la cima de la montaña. escuchando a los pájaros cantar: trailers, golondrinas, diucas. Escucho la suave melodía, como un constante repiquetear de campanas al formar ondas sonoras cuando se tocan distintas clases de piedras, con diferentes tamaños, texturas y colores.
La suave brisa hace moverse las ramas, las hojas y los tallos de las plantas, componiendo una melodía casi imperceptible.
Mientras permanezco con los ojos cerrados me voy percatando y discriminando los distintos sonidos que se entremezclan formando una melodía inigualable. Puedo escuchar los sonidos por separado o bien la melodía en conjunto.
Continúo con los ojos cerrados y me sigo preguntando que quién soy.
Ante la inmensidad del universo, en aquel ignoto lugar para la mayoría de los habitantes de la Tierra, me considero un ser pequeño, ínfimo. Podría ser como un insecto, un ave, o tal vez como la rama de una planta o la hoja de una flor. O tal vez la mariposa multicolor que revolotea entre las flores. Tal vez podría ser la abeja que se empeña en su trabajo constante en el panal.
Pero soy un hombre en el fondo de una insignificante quebrada, en un pequeño planeta llamado Tierra que pertenece al sistema Solar, pequeño sistema dentro del infinito universo.
Hago un recorrido hacia atrás en mi vida:
Llegué hasta ese lugar porque conocí a una Maestra Zen llamada Aseema. Estuve intentando encontrar a esta persona desde que llegué a este bello país. Tal vez era mi destino encontrarla. Pero, ¿será mi Maestra definitiva o tal vez sea un eslabón más para conseguir el que pondrá punto y final a las enseñanzas para el crecimiento espiritual?
Estoy decidido a seguir evolucionando, quiero continuar haciendo oración, meditación, contemplación. Es mi camino. Sé que en algún momento de mi vida lo dejé interrumpido. Quizás en otras vidas anteriores me sucedió lo mismo.

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