miércoles, 25 de noviembre de 2009

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer o la DIEVCM, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 50/134 el 17 de diciembre de 1999, se celebra anualmente cada 25 de noviembre.[1] La propuesta la realizó la República Dominicana con el apoyo de 60 países más para que se celebrara dicho día.

El motivo que llevó a la República Dominicana a solicitar este día fue por el macabro asesinato de las tres Hermanas Mirabal, activistas políticas dominicanas, que sucedió el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. (Wikipedia)


Estamos en contra de todo tipo de violencia. Es deleznable la violencia contra todo ser humano, especialmente aquella que va contra las mujeres o los niños.


Unámonos todos para levantar nuestra voz y exigir que se potencie la educación en los centros docentes para mentalizar a todos que la violencia sólo genera más violencia. Y que nadie debe aceptar vivir en un ambiente cargado de ira, odio y animadversión que desemboca en la violencia de palabra o de obra.


A las maltratadas darles las herramientas para que salgan del calvario a que están sometidas. Y a los maltratadores, antes de que lleguen a peores consecuencias, tratar de rehabilitarlos en base a su conciencia de la autoestima, el amor y el respeto a su cónyuge.


martes, 17 de noviembre de 2009

Ricos, pobres, más pobres y paupérrimos



Cuentan de un sabio que un día

tan pobre y mísero estaba,

que sólo se sustentaba

de unas hierbas que cogía.

¿Habrá otro, entre sí decía,

más pobre y triste que yo?;

y cuando el rostro volvió

halló la respuesta,

viendo que otro sabio

iba cogiendo

las hierbas que él arrojó.

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Quejoso de mi fortuna

yo en este mundo vivía,

y cuando entre mí decía:

¿Habrá otra persona alguna

de suerte más importuna?

Piadoso me has respondido.

Pues, volviendo a mi sentido,

hallo que las penas mías,

para hacerlas tú alegrías,

las hubieras recogido.

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Fragmento de La vida es sueño

De Pedro Calderón de la Barca.

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Cuánto nos quejamos de nuestras cuitas, pensando que somos los más desgraciados.

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Decía el escritor Pérez Reverte, cuando trabajaba de corresponsal de guerra, al volver del frente: "Cuando veo las preocupaciones y disgustos con cosas tan nimias como echar en falta un botón a la hora de salir a una fiesta, me viene a la cabeza el horror de la guerra: niños heridos, mujeres desgarradas por haber perdido a sus seres queridos y ancianos desprotegidos."

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¿Qué podemos hacer por los marginados, por los pobres, por los desprotegidos?

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¿Cuanta gente no tiene agua, ni luz, ni los alimentos básicos en el mundo?

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Todos podemos aportar nuestro granito de arena para llevar un poco de esperanza a todos ellos.

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Foto tomada de la red.

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martes, 3 de noviembre de 2009

Ladrón de dicha (Cuento zen)


Cuenta una antigua leyenda que un anciano sabio vivía en las afueras de una pequeña ciudad de provincia. El hombre era muy conocido no sólo por su sabiduría, sino también por su buena suerte.

En la misma ciudad vivía también un joven que, aunque fundamentalmente honesto, estaba constantemente en pos de la suerte, la fama y la riqueza. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos, la "diosa vendada" no quería sonreírle. El joven ya no sabía qué más hacer y estaba al borde de la depresión, cuando se le ocurrió ir a ver al sabio para pedirle cuál era el secreto de su éxito. En efecto, todo lo que precisaba, el sabio lo tenía. Y todo lo que emprendía le salía redondo. No le faltaba hogar, ni comida, ni ropa. La gente le amaba, respetaba y veneraba. No carecía de riqueza espiritual, pero tampoco de medios materiales.

Aquel día el joven se levantó muy pronto para evitar las colas interminables de personas que iban a pedirle consejo al anciano. Se vistió con sus mejores vestidos, se arregló y llegó a la morada del sabio. Llamó al portal. El sabio le abrió y, amablemente, le recibió en su casa. Una vez terminadas las presentaciones formales, el joven fue directamente al grano y dijo:

- La razón de mi visita es sencilla: querría saber tu secreto para vivir tan holgadamente. Verás, he notado que no te falta nada, mientras a mí me falta todo, y esto es a pesar de mis esfuerzos y buena voluntad. También he notado que mucha gente posee bienes materiales, pero son infelices. En cambio a ti no te falta tampoco la felicidad. Dime, ¿cuál es tu secreto?

El sabio le miró interesado y sonrió diciéndole:

- Mi respuesta también es sencilla: el secreto de mi buena suerte es que yo robo...

- ¡ Lo sabía ! -exclamó el joven- habría tenido que deducirlo yo mismo. ¡ Ese era el secreto !

- ¡ Espera ! Todavía no he acabado -dijo el anciano- pero el joven ya había salido corriendo exultante. El santo intentó darle alcance pero no pudo, por lo que regresó imperturbable y calmadamente a su casa.

Tras la visita al sabio, la vida del joven cambió radicalmente: empezó a robar aquí y allá, a revender las cosas sustraídas a los demás y a enriquecerse. Cometía toda clase de hurtos: robaba animales, cosas, dinero e incluso entraba a robar a casas. La fortuna parecía haber empezado a sonreírle, pero al cabo de un tiempo fue capturado por las autoridades. Fue procesado por numerosos delitos y condenado a cinco años de dura cárcel. Durante su estancia en la prisión tuvo tiempo de meditar y llegar a una conclusión. Según sus deducciones, el anciano se había befado de él, y más idiota había sido él mismo por seguir tan necio consejo. Se prometió que una vez salido de ahí, volvería a ver al anciano para darle su merecido.

Los años pasaron y el joven fue puesto en libertad tras pagar su deuda con la sociedad. Nada más recobrar su libertad, ni siquiera pasó por su casa, sino que se fue directamente a la residencia del sabio. Tras llamar impacientemente a la puerta, el sabio abrió.

- Ah, eres tú -le dijo-.

- Sí, soy yo y he venido para decirte lo inútil que eres, viejo tonto. ¿Sabías que gracias a tu consejo me he pasado los últimos cinco años de mi vida en la cárcel? Si todos los consejos que das son así, menudos imbéciles que tenemos que ser los que te escuchamos.

El anciano le prestaba atención con paciencia, y cuando la rabia del joven remitió, así le contestó:

- Comprendo tu rabia. Pero el artífice de tu desdicha eres tú y solamente tú, sobre todo por tu incapacidad de escuchar. Cuando viniste aquí hace cinco años, te dije la verdad, te dije mi método para asegurarme la dicha, solo que tú no quisiste oír más y entendiste lo que quisiste. Cuando te dije que yo robo, era verdad, solo que no robo a los humanos. Robo aire, luz, agua y energía. Robo "chi". Verás, robo al Tao porque el Tao es vacío y utilizándolo nunca rebosa, se vacía sin agotarse y su función no se agota nunca.
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Por: Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio