lunes, 21 de julio de 2008

Cuando el alma llora

Cuando el alma llora, se desgarra en pedazos, tiras de tristeza, de melancolía y de muerte. Llora el alma, lágrimas de pena, de tristeza y de zozobra. Se tuercen las líneas, se borran los poemas y se nubla el nítido paisaje del amor. ¿Que hay de aquellas mañanas luminosas y brillantes que adornaban nuestro espíritu? ¿Qué de aquellos poemas cantarinos que alegraban nuestra vida y nuestros sentimientos? ¿Qué de nuestros proyectos que atisbaban un porvenir alegre y dicharachero?
Llegó el maldito huracán y arrrasó con todo, el invencible mar violento y trágico que despojó de los más sublimes sentimientos a nuestras almas.
¿Por qué tuvo que suceder eso? ¿Fue el amor sólo un sueño, una quimera que pasó por nuestras vidas dejando sólo desolación y muerte?
Cuando una vez iniciamos el camino con sonrisa al viento, con mente blanca y corazón nítido presagiábamos una vida llena de paz, tranquilidad y amor, nubes blancas, olas blancas en un corazón blanco, pero todo se torció como los renglones de la negación de la comprensión, de la empatía, de la solidaridad, del amor.
¿Qué esperamos ahora? ¿Que la nube blanca vuelva a volar sobre nuestras almas para que nos pulverice con la esencia del amor, del equilibro, de la razón?
Esperemos que la paloma mensajera nos traiga la ramita de olivo, con la semilla del amor.
La esperanza es lo último que se pierde, pues hay siempre un lugar para nosotros en el inmenso océano, para vivirlo con intenso amor con el fin de llegar juntos más allá de las estrellas.

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