lunes, 21 de julio de 2008

El salto del León


Al pie del Volcán Villarrica está cobijada Pucón, ciudad eminentemente turística. En ella predominan los negocios de restauración y los de artesanía. También los hay dedicados al turismo de aventura, como subida al volcán, navegación por el lago, surfing, esquí acuático, canopy, rafting en los ríos Trancura o en el Palguín, cicloturismo, trekking, etc.

Es sábado por el mediodía. Hace calor, puesto que ya se aproxima el verano, el cual empezará el 21 de diciembre. Pucón recibe ya a muchos turistas que han adelantado sus vacaciones estivales o bien se han venido a pasar unos días, aprovechando el largo puente de la Concepción.

Mi compañera de viaje y yo decidimos darnos un chapuzón en el lago Villarrica, aprovechando el estupendo día que hacía, en una hermosa playa con vegetación que llega casi hasta la orilla, de tal forma que las olas juegan con los árboles haciéndoles cosquillas e incitándolos a reír de buena gana. Después de pasar una mañana digna de los más importantes dignatarios, tomamos un ligero almuerzo en un restaurante, cuyos propietarios cruzaron la Cordillera a asentarse en este bello paraje, dándole un puro sabor argentino: la construcción es totalmente de madera, con unos troncos de todos los tamaños y grosores entrelazados artísticamente, allí se sirve unas carnes a la brasa que son una delicia, carne traída de la Pampa argentina...

Más tarde decidimos hacer una excursión en auto hasta Curarrehue, que se encuentra en el Camino Internacional hacia el vecino país, Argentina.Tomamos la carretera que va desde Pucón hasta Caburgua y a mitad de camino de ésta nos desviamos por el Camino Internacional. Nuestro destino es Curarrehue que se encuentra a 29 km desde el inicio del Camino que nos llevará a Argentina. Durante todo el trayecto nos acompañaron los árboles como fieles amigos que nos alegran la vista y el corazón. Hileras de álamos, altos y enhiestos hacia el cielo, nos sonríen y nos saludan a nuestro paso. Los gualles, los pinos y los tepas hacen coro con el suave viento para amenizarnos el camino con una dulce melodía, con este instrumento de viento natural. El volcán Villarrica, blanco y majestuoso rey de la Araucanía Lacustre, nos saluda con sus impresionantes fumarolas al viento. La principal, por el cráter que se encuentra en su cima, expulsa gran cantidad de humo que es inequívoca señal que se encuentra vivo y con ganas de hacerse ver y escuchar. En su interior corre una energía superior a la atómica: la fuerza de la Naturaleza, incontenible cuando quiera hacerse realidad, cuando desee expresar su inefable potencial. Ríos de fuego y lava se cuecen en sus entrañas, pero de momento sólo se atisba su enigmática fuerza en sus fumarolas al viento, como recordándonos que está ahí en su plenitud de grandeza y poderío. Por la falda del volcán que mira hacia la ciudad de Pucón se puede observar otro cráter más diminuto, por donde una fumarola más pequeña va formando nubecillas de humo blanco.A veces expulsa humo gris oscuro, formando espesas nubes de ese color, mezclándose con los altostratos y altocúmulos blancos de formas sorprendentes que adornan los cielos de la zona lacustre.Todo el camino hasta Curarrehue es espectacular, riachuelos, corrientes de agua, ríos, bosques, inmensos prados pintados de verde de distintos tonos, adornados con vacas, toros, ovejas, caballos y unos pequeños conejos que vemos corretear alegres de mata en mata, como jugando al escondite.

Llegamos a Curarrehue y nos saluda la Cordillera que se eleva hacia el cielo y desde sus altas cimas nos saludan, con sus faldas cubiertas de un frondoso bosque de hermosos árboles nativos.

El río Trancura ya pasa alegre con las aguas del deshielo, poco después de su nacimiento en la Cordillera de los Andes, junto al volcán Lanín, en Argentina. El inicio del Trancura lleva el nombre de río Puesco. La parte inicial del río es diferente a los ríos chilenos, con grandes saltos y escalones, casi como la de los alpinos europeos.

Una vez que salimos de Curarrehue hacia Pucón nos encontramos con un precioso meandro del río que se fue abriendo camino como pudo entre el bosque y las rocas. Junto a este meandro del río Trancura pudimos observar un gran campo recién pintado de verde, con el césped bien cortado por las vacas, caballos y ovejas. En su ribera se estableció hace tiempo un hermoso árbol con un follaje muy tupido, en forma de copa. Se parece a una señora gruesa y robusta que acoge a todos sus hijos, y es protectora de ellos y de su intimidad. Sólo tiene dos ventanas por las que entran los pájaros que han aposentado sus nidos en su interior y donde se encuentran seguros.

Continuamos en dirección a Pucón hasta encontrarnos con la desviación hacia las termas de Palguín. Desde dicha carretera hacia el interior, a unos diez kilómetros, se llega a las termas. Lugar idílico rodeado de bosques, ríos, montañas, cascadas y mucha tranquilidad. La temperatura media de sus aguas durante todo el año ronda los 30°C.

A unos metros más arriba observamos el cartel que nos indica la entrada hacia el Salto del León. Una vez pasado todo el camino lleno de bellezas extraordinarias nunca pudimos imaginar que nos encontraríamos con lo máximo en cuanto a esplendor de la Naturaleza. Se abría ante nuestros ojos un enorme semicírculo boscoso, lleno de coigües, tepas, robles y otras variedades de árboles nativos en menor cantidad, como ulmos, cipreses y raulíes. Algunos de ellos de cientos de años que miran desde lo alto el paso del tiempo, felices de percibir la música del riachuelo que procede del salto de agua, del murmullo de la suave brisa y del canto de los pajarillos que en ellos anidan, o simplemente se posan en sus ramas como saludo de buenos vecinos. Especialmente llamativo es un enorme y espectacular coigue que tiene más de mil años de antigüedad. El grosor de su tronco es tan grande que seis hombres unidos por sus manos no lo podrían rodear, y una altura de muchos metros que no sabría precisar. Tan majestuoso árbol nos llena de admiración y de sorpresa. ¡Cómo ha visto el transcurrir del tiempo! Ajeno a todos los avatares del hombre sobre la Tierra. No sabe de conquistas, ni de invasiones, ni de guerras, ni de hecatombes naturales o producidas por la mano del hombre. A su lado yacen enormes troncos que cayeron por la fuerza del hacha o carcomidos por las termitas o distintas enfermedades. Los hay muy gruesos, posiblemente milenarios, los hay jóvenes que no pudieron sobrevivir a tales ataques. También hay gruesos troncos cortados como si sirvieran de asientos para los visitantes. Seguimos caminando y ya percibimos, además del murmullo del río, el rugido del león que se lanza desde lo alto del cerro, y cayendo en picado, se va a estrellar sobre la roca, dulce cobijo de sus aguas durante miles de años. Es una roca muy grande donde se forma una laguna, pero es tanta el agua que cae alborotada y en busca de sueños escondidos que no se detiene en ese lecho, sino que se precipita más abajo, hacia el pie del cerro donde se forma una segunda laguna. Allí no para mucho tiempo el agua, sino que ávidamente corre río abajo, en un manantial cristalino y fresco procedente del deshielo del volcán Quetrupillán, también llamado "El Mocho", por su figura recortada debido a una gran explosión que hizo desaparecer la mitad de la montaña. En la actualidad tiene 2.360 m. Está situado en el Parque Nacional Villarrica, en el Sector de Quetrupillán.

Es curioso que el volcán Lanín, en Argentina, con el Quetrupillán y el Villarrica están situados en una línea imaginaria en sentido este oeste.Toda la zona del volcán Quetrupillán está cubierto de coigües y araucarias, y en su interior se forma en primavera una "laguna azul".

Seguimos contemplando el Salto del León, es espectacular, grandioso. Es la arquitectura genial de la Naturaleza, o de la mano de Dios. Las aguas caen en vertical desde 95 m de altura; al chocar en la roca, donde se encuentra la primera laguna, rebota juguetona y la brisa se encarga de jugar con ella y la traslada hacia la pared del cerro contiguo al salto. Entonces entra en juego el sol que descompone la luz blanca del agua en un espectacular arco iris, donde predominan los colores naranja, amarillo y violeta.

Este salto de agua es permanente, de verano a invierno. Y el arco iris también, siempre y cuando haya sol y una ligera brisa levante las cortinas de agua.

La combinación de los colores del arco iris con la musicalidad producida por el gran salto y la eterna melodía del río, más el canto de los pájaros, los suspiros de los vetustos árboles y el silencio del frondoso bosque hace que caigamos en un éxtasis, en una increible admiración por los dones de la Tierra que están a nuestra disposición para poder disfrutarlos.Tanta belleza transporta a uno hasta niveles superiores de conciencia, quedándome por largo rato extasiado y sorprendido por los prodigios de la Naturaleza. Al fin, los tordos, diucas y zorzales con sus trinos nos despiertan del sueño que tuvimos: vimos una cascada maravillosa, en un paraje incomparable, al tiempo que escuchábamos la eterna melodía olvidada. Volvimos sobre nuestros pasos con pena por dejar tanta maravilla y espectacularidad atrás, prometiendo regresar con más tiempo para poder admirar tanta belleza. De regreso en auto hacia la carretera principal pudimos observar a algunos monitores de rafting, los cuales se encontraban preparando sus equipos para los siguientes grupos que ya llegaban en minibuses. El río Trancura es uno de los más idóneos para practicar este deporte de aventura.

Al fin llegamos a Pucón y decidimos descansar para ordenar nuestras ideas y recapacitar sobre la inefable excursión que habíamos realizado. Tomamos un café en una céntrica cafetería, comentamos la estupenda jornada realizada, al mismo tiempo que hacíamos votos para volver con más tiempo y captar aún mejor tan inmenso tesoro de la Naturaleza.

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