lunes, 11 de agosto de 2008

Encuentro con Buda




Entre montañas boscosas, cubiertas de árboles nativos chilenos, con un suave olor a flores y a plantas, acompañado por miles de gusanos, pájaros y otras especies de la rica fauna me encontré en el fondo de una quebrada por la cual fluía un estero.

Observé cómo Buda me sonreía silenciosamente.

Me preguntó que quién era.

-¿Quién soy? - ¿Quién soy?- me volví a preguntar.

Me quedé absorto en ese pensamiento.

No sé si estaba sentado o de pie, o recostado en un árbol o en una roca.

¿Quién soy? -me cuestioné nuevamente

Mi mente quedó paralizada, no sabía cómo contestar a esa pregunta que al mismo tiempo era sencilla y difícil.

Yo sabía mi nombre, pero creo que Buda quería otra respuesta un poco más profunda.

Yo soy un hombre sencillo que nunca se había planteado preguntas tan difíciles. ¿Difíciles?

Era un hombre que estaba sentado en aquella quebrada a más de quinientos metros de la cima de la montaña, escuchando a los pájaros cantar.

Escucho la suave melodía, como un constante repiquetear de campanas al formar el agua ondas sonoras, cuando toca las distintas clases de piedras, con diferentes tamaños, texturas y colores.

La suave brisa hace moverse las ramas, las hojas y los tallos de las plantas tocando una melodía celestial.

Mientras permanezco con los ojos cerrados me voy percatando y discriminando los distintos sonidos que se entremezclan formando una melodía inigualable.

Puedo escuchar los sonidos por separado o bien la sinfonía en conjunto.

Continúo con los ojos cerrados y me sigo preguntando que quién soy.

Ante la inmensidad del universo, en aquel ignoto lugar para la mayoría de los habitantes de la Tierra, me considero un ser pequeño, ínfimo. Podría ser como un insecto, como un ave, o tal vez como la rama de una planta o la hoja de una flor. O tal vez la mariposa multicolor que revolotea entre las flores. Tal vez podría ser la abeja que se empeña en su trabajo constante en el panal.

Pero soy un hombre en el fondo de una insignificante quebrada en un pequeño planeta llamado Tierra que pertenece al sistema Solar, pequeño sistema dentro del infinito, para nosotros, universo.

Buda me sonríe de nuevo en señal de que había comprendido mi contestación, después de haber estado observándome mientras pensaba.

Me quedo relajado después de mi diálogo con Buda y hago un recorrido hacia atrás.

Llegué hasta este lugar porque conocí a una Maestra Zen. Estuve intentando encontrar a esta persona desde que llegué a este bello país. Tal vez era mi destino encontrarla. Pero, ¿sera mi Maestra definitiva o tal vez sea un eslabón más para conseguir el que pondrá punto y final a las enseñanzas para el crecimiento espiritual?

Estoy decidido a seguir evolucionando, quiero continuar haciendo oración, meditación, contemplación. Es mi camino. Sé que en algún momento de mi vida lo dejé interrumpido. Quizás en otras vidas anteriores me sucedió lo mismo.

Ahora es el momento de llegar hasta el fin.

¿La evolución espiritual tiene fin o es un camino interminable?

Aunque, después de todo, lo importante es ser feliz en el camino. Y cada paso que uno vaya dando es un logro importante que producirá múltiples beneficios para el cuerpo y para el alma.

5 comentarios:

Makeka Barría dijo...

La meditación ZEN te lleva a un estado de paz, tranquilidad, y felicidad consigo mismo.
Cariños.

Haideé Iglesias dijo...

NO se por qu� me da que nos vamos a entender muy bien... te invito al espacio en el que me expreso y tu me dir�s... Un abrazo.

Haideé Iglesias dijo...

Gracias por tu visita y tus palabras, volveré por aquí, efectivamente es bueno encotrarse en el camino y poder compartir, enriqueciendose mutuamente. Un abrazo.

Juan Antonio dijo...

María Angélica, toda meditación o contemplación nos ayuda a encontrar la paz del espíritu.
Hay que iniciar el camino interior con el objeto de llegar hasta uno mismo.
Un abrazo

Juan Antonio dijo...

Haideé, en el camino encontramos siempre a otros peregrinos que nos ayudan a superar las dificultades, ya sea con un consejo, una sonrisa o con su energía espiritual.

Estoy seguro que nos ayudaremos mutuamente, pues andamos en el mismo camino.

Un abrazo